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lunes, 2 de julio de 2007

Nostalgia del año que termina

¿Termina el año?,
¿Nostalgia?,
¿De qué estás hablando?,
¿Hay alguien ahí?,
¿Puedes terminar un párrafo antes del salto de línea?

Vale, vale, me explico.

Los que tomamos vacaciones con el fin del periodo lectivo, como los profes, y lo retomamos en septiembre tenemos en este momento del año una curiosa sensación de melancolía -vale, vale también alegría inusitada por el periodo vacacional, fiebre de rebajas, necesidad de tener un tono moreno de piel fulgurante, etc...-

Melancolía por los compañeros que posiblemente dejas atrás para incorporarte a un nuevo, quizá desconocido, centro.

Añoranza de las miradas de comprensión cuando tus alumnos sienten ese ¡eureka! con algo nuevo y que a ti también te fascinó, de la sensación de descubrirles nuevos horizontes y compartir la vista de esa tierra prometida.
De conocerlos mientras crecen y descubrirte en ellos, alegoría de un eterno crecimiento, el del conocimiento compartido de nuestra especie.

Parafraseando las palabras que A. Clarke pone en boca de uno de sus personajes 'eso es lo que importa: amor y conocimiento'.

Uno desearía creer que realmente no existe tal distinción : amor y conocimiento son uno en muchos sentidos.


Ya sé : lo que haré es recetarme un alivio para los pesares nostálgicos.

¿Adivinan?

Efectivamente, un libro, o mejor..., varios.

En este caso de una misma autora : Lois McMaster Bujold.

Sus libros los he tomado desde el verano anterior como alegre entremés de esos primeros días de desorientación nostálgica con el cambio de actividad - es decir pasar de madrugar a trasnochar y de trabajar a gansear -

Son alegres, vivaces, irónicos, llenos de diálogos chispeantes, sin argumentos pretenciosos y pseudofilosóficos que rondan peligrosamente sobre algunas obras de ciencia ficción. Contienen, por ejemplo, una innumerable cantidad de situaciones que parecen sacadas de la vida cotidiana aunque acontezcan cerca de un nudo de comunicaciones interplanetaria.

El personaje principal, el impagable Miles Vorkosigan, lleno de defectos - en este caso físicos - y aún así admirable, vive una sucesión de aventuras llenas de detalles sustanciosos, de destellos de conversaciones con palabras cargadas de significado, de esas que, cual si un duelo se tratase, nunca puedes abandonar sin salir lleno de blancos si no andas presto.

Situaciones humillantes para otros - que recuerdan a veces a la crueldad que sufrimos en nuestros años escolares por los mayores/más guapos/más populares - son salvadas por la inteligencia y el arrojo del amigo Miles.

Misiones casi imposibles que nadie le ha encargado son arrostradas con éxito y finalizadas de tal manera que sus superiores (los mayores, siguiendo con la comparación de los años escolares) no tienen más remedio que felicitarlo entre dientes por sus ingeniosas soluciones.

Quizá todos soñamos ser un Miles, aunque algo más guapos, claro.

1 comentario:

Joselu dijo...

Me sorprende la coincidencia de sentimientos que ambos planteamos en nuestros posts. Melancolía y alegría. Quizás sean más frecuentes de lo que yo pensaba. Hablamos igualmente de libros. Recibe un cordial saludo desde Barcelona.